¿Podrá Estados Unidos sobrevivir a la desdolarización global?
Diversas tensiones geopolíticas, la elevada inflación en EE.UU. y su creciente déficit fiscal, así como sus conflictos políticos internos socavan la credibilidad del dólar.
En las últimas décadas, el dólar estadounidense ha dominado el sistema financiero internacional, sirviendo como moneda de reserva y como el medio de cambio para la enorme mayoría de transacciones de comercio exterior. Sin embargo, en un contexto de crecientes tensiones geopolíticas y económicas, varios países y bloques económicos han comenzado a cuestionar la hegemonía del dólar y a buscar alternativas que reduzcan su dependencia respecto del billete verde.
Para entender mejor las causas de la desdolarización y la debilidad del dólar, tenemos el artículo de Daniel Kowalski publicado apenas el pasado 8 de octubre en el portal de The Mises Institute y titulado “¿Podrá Estados Unidos sobrevivir a la desdolarización global?”.
Este artículo comienza señalando que la frase de que “El dinero no crece en los árboles” es una vieja expresión de sabiduría que ha sido ignorada por los responsables de las políticas económicas estadounidenses del siglo XXI.
El dólar estadounidense se convirtió en la moneda de reserva mundial después de la Segunda Guerra Mundial, de la que ya han transcurrido casi ochenta años. Prácticamente no hay nadie en el poder en el gobierno estadounidense o en las principales instituciones financieras internacionales que tenga un recuerdo vivo de cómo eran las cosas antes de ese período.
De hecho, el estatus de moneda de elite del dólar estadounidense se ha dado por sentado, pero esa posición de predominancia se está erosionando por políticas inflacionarias, así como por las sanciones económicas y financieras que excluyen a otras naciones de participar en la economía global que Estados Unidos domina a través de su dinero. Existe el peligro de que la erosión constante a la larga pueda precipitar una avalancha que podría hacer que el dólar pierda su estatus.
Esto sería un duro golpe para la economía de Estados Unidos que ocasionaría enormes aumentos de precios en los bienes de consumo, al tiempo que paralizaría a los gobiernos locales, estatales y federal, porque el gasto financiado con déficits fiscales ya no será posible si nadie compra su deuda. En este escenario, estados como California y Nueva York podrían verse obligados a buscar que el gobierno federal realice algún tipo de rescate, mientras que estados más pequeños con presupuestos más equilibrados podrían encontrarse preguntándose por qué deberían pagar ellos la factura ocasionada por los gastos imprudentes de otros estados, lo que a su vez podría crear una crisis de unidad en los Estados Unidos.
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